por Fernando Solari
Si en estos días de fiesta la vocación por ayudar al prójimo surge de forma natural, ¿por qué no intentamos ayudar para brindarle libertad e independencia a quien ayudamos?
La mesa está servida
En la etapa final del año adquirimos, de forma temporal, una capacidad extra que nos permite -sin interrumpir nuestras actividades habituales- seleccionar los adornos, el menú, el vestuario, los invitados y todo aquello que las fiestas requieren aunque el cambio más notorio en nuestra naturaleza es un efecto similar a la dilatación de nuestras pupilas -quizá producto del inevitable cóctel de emociones- notando, como consecuencia, a aquellos que durante el resto del año no es simple percibir (personas con riesgo de pasar mal nada menos que la Nochebuena).
Vamos a sentirnos cerca del cielo como no nos volveremos a sentir durante el resto del año; no estamos dispuestos a enfrentar a las estrellas (o a quien cada uno considere habitante del cielo) rodeados de tanta injusticia.
Al notar a los desprotegidos, desplazados, indigentes y todo aquel en riesgo de quedar apartado de la magia de las navidades no respondemos con enojo, no echamos culpas, ni siquiera insultos; nos transformamos -durante el período de las fiestas- en cálidos y afectuosos voluntarios que ofrecemos lo mejor de nosotros mismos para que la Nochebuena lo sea para todos.
En un tiempo imaginario en que humanoides -o aliens- se hubieran infiltrado entre los humanos, la prueba más sencilla y efectiva para descubrir humanidad sería notar el comportamiento durante la Nochebuena en especial y las fiestas de fin de año en general; quienes no compartan lo que tienen, aquellos que no ayuden a un semejante, quienes no se brindan al otro sin preguntar quién es ni de dónde viene serán claramente del bando de los no humanos.
Nos ponemos a favor del prójimo y resolvemos los problemas de quien nos necesite o aportamos lo que les falte porque la ayuda, durante las navidades, no se le niega a nadie; y en esta fecha nadie suele ser muy cercano a NADIE como nunca antes. Hacer el bien no se considera un trabajo.
Ayudar es liberar
Como voluntarios -aislados o agrupados- solemos brindar las más diversas versiones de regalos o sustituciones; brindamos con generosidad lo necesario para que nuestro prójimo pueda pasar una digna y feliz Nochebuena o tomamos su lugar para que pueda disponer de lo necesario para que la magia tan especial de las fiestas les permita integrar nuestra comunidad en Paz, y Armonía.
Estamos en medio de un encantamiento que antes o después se diluye y, cuando quienes recibieron nuestra ayuda notan que no hay carroza para el regreso, incluso que quizás el zapallo sea lo único que tenga para varias noches por delante -sin chances de reponerlo cuando la consuma- nosotros estamos felices de comenzar un año nuevo redimidos con la sociedad mientras nuestra vista se agudiza haciendo foco en el año que comienza perdiendo la capacidad de notar al otro.
Si luego de ayudar vuelve a ser necesario repetir la ayuda queda claro que lo que hubo no fue ayuda, fue otra cosa claro, que no puede considerarse ayuda.
Estamos en el momento que nuestros abuelos definían como “punto caramelo” para lograr, al menos intentar, que la Nochebuena no dure solo una noche y que la decisión por ayudar permita que quien la recibe deje de necesitarla nuevamente al día siguiente -o cuando se repita la necesidad-.
Si enfrentamos estas navidades sabiendo que aquello que queda, cuando se trata de ayuda, es lo que quien recibe nuestra ayuda puede incorporar como conocimiento, habilidad, destreza, entrenamiento. como una capacidad aplicable disponible, será muy sencillo encontrar que el año próximo no debamos ayudar de la misma forma a quienes ya ayudamos.
Sin olvidar que hay quienes lo que necesitan es la más básica de las asistencias pero tampoco dejar de lado que su repetición sin límite la transforma en asistencialismo -deformación que condena a quien la recibe-, es oportuno conocer los 3 simples pasos que permiten ayudar de otra forma:
* Diálogo: para identificar necesidades y evitar -entre otros- que bridemos lo que no necesita quien lo recibe.
* Seleccionar el talento a compartir: la voluntad es necesaria, pero insuficiente, si compartimos un talento permitiremos que quien recibe nuestra ayuda incorpore la capacidad para volver a obtener lo que necesita, cuando su necesidad regrese. Sin dependencias.
* Transmitir: buscando la forma para que sea incorporado por quien recibe nuestro saber concentrado en el CàMO: cómo obtiene valor que lo haga libre.
La ayuda que transmite valor capacitante es la que deja en condiciones de ayudarse a sí mismo a quien la recibe; algo tan sencillo y obvio es lo que permite el progreso de las personas y el avance de las comunidades a las que pertenecen.
Si quien lee esta columna modifica su forma de ayudar es muy probable que cuando se repitan las navidades no sea necesario repetir la misma ayuda, entonces; todos seremos mejores personas en una comunidad mejor.
Por una Navidad sustentable, ¡feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
(*): Especialista en Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Especial para NA.